Oh fortuna

Dulce fortuna, dejame prestidigitar mi futuro incierto,  déjame estar en la cresta de mi ola antes que reviente con risa cadavérica. Dejame morir ahogado en la espuma de la histeria al hacer el amor. Destrozame en tu rueda después de furiosos besos en esos ojos misteriosos que, ante los eones, se muestran impavidos,  como el recuerdo que tendré de ella en la eternidad que los trucos de manos me deparan. Dulce fortuna, entierrame las palabras que deambulan en el viento, pero también dame esos suspiros de despedida que nunca llegaron. Dame el calor de su cuerpo al abandonar la cama cada mañana.  Dame el futuro incierto que no es tuyo, si no solo mio.

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