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Las calles de la ciudad inundada de luces de neón. No habrías podido diferenciar el lugar: Japón, USA, Europa, China. Ya todos los lugares son iguales, hermosa tecno-globalización. Era tarde (o por lo menos estaba oscuro, que no es lo mismo en ciudades que no duermen), y salía de su trabajo en el sector corporativo. Ajustó como siempre el GPS de su scooter, aseguró la alforja llena de futones y secretos industriales, no vaya a ser que se perdiera su seguro de una futura riqueza. Mientras salía del complejo se despidió moviendo la mano al guardia y no pudo evitar esbozar una gran sonrisa. "A partir de mañana seré rico y ¡A la mierda con la corporación!". Sabía el valor de esos secretos, sabía que vendiéndoselos a la competencia tendría el futuro asegurado. Siempre y cuando se mantuviese la confidencialidad, los asesinos de la corporación rara vez fallaban un blanco si sabían un nombre. Pero esto no le preocupaba mayormente, solo soñaba con aquel futuro que siempre quiso, escalando y viviendo la vida de estrella; escapar de su estanco burgués. Tan perdido iba en estas ensoñaciones que no se percato del ruido de las armas de fuego. Doblo la esquina de la avenida que lo lleva a su pequeño edificio de aún más pequeños departamentos. No se percato del combate entre pandillas a media cuadra, no se percato de la bala perdida que atravesó su casco, su cabeza y perforó profundamente sus sueños de riqueza. La policía diría después que habría algo de poético con todos esos planos y fojas de documentos volando bajo la lluvia ácida de la metrópolis, tapando cual hojas en otoño el cadáver de aquel podre diablo.


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