Naturkunde
Últimamente
el movimiento ambientalista de carácter ciudadano ha aumentado en
nuestro país, especialmente en torno al tema energético. Esto ha
causado diversas reacciones, contingencias y soluciones por parte
tanto de la población como de los organismos públicos. Estas
soluciones han sido totalmente puntuales a lo que la gente reclama,
saltando incluso el mecanismo normal de las instituciones. ¿Por qué?
El gran problema de la política ambiental, al igual que el sistema
judicial, esta en el criterio de quienes deben aplicar las leyes. El
SEA implica que cualquier proyecto que deba pasar por su institución
(tanto DIA como EIA, dependiendo del impacto ambiental) debe ser
revisado por una serie de instituciones ligadas al SEA, debiendo
estas calificar mediante resolución si el proyecto cumple las
condiciones necesarias ambientales. El problema que se suscita es que
estas condiciones depende en gran medida del criterio de los
evaluadores. El que no haya un criterio común en el sistema y que en
cada región se apliquen criterios distintos lleva a los absurdos que
dos proyectos idénticos pero evaluados en diferentes regiones dé
resultados distintos en la resolución, dándose a uno el visto bueno
y siendo el otro rechazado. Sumado a eso hay que agregar la falta de
preparación de los evaluadores, lo que repercute tanto en lo
riguroso de la evaluación como en el criterio a aplicar.
Otro
error en el sistema de evaluación es la falta de información hacia
la comunidad. En todo proyecto hay un tiempo en que la comunidad
puede declarar sus puntos de vista e inconformidades, pero el gran
problema es que muchas veces la comunidad no es informada del
proyecto hasta el día que comienza la instalación del mismo
(generalmente cuando ya ha sido aprobado en el SEA). Allí comienzan
los conflictos y finalmente desemboca en protestas, boicot, etc...
llevando a un punto muerto (la autoridad ya aprobó el proyecto, por
lo tanto es legal, la comunidad es afectada y no se echa atrás)
llevando a respuestas del tipo que el presidente haga un telefonazo
(saltándose toda la institucionalidad) o que el proyecto se aplique
prácticamente con guarnición policial.
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No
me sorprende la crisis de agua en las comunas del “centro” de
Chile, puesto que en ellas confluyen 2 grandes factores:
desertificación progresiva producto del calentamiento global y
centralización de la población. Los planes de lucha contra el
primer factor son prácticamente marginales, y el desierto avanza y
avanzara inexorablemente rumbo al sur, siendo probable que en no
muchos años más hasta la VI región tengamos grandes dunas y
escasez de agua como ocurre en la IV. Por otro lado, tenemos
prácticamente la mitad de la población de Chile ocupando una
delgada franja entre la V región y la Metropolitana, que de paso son
las regiones con menos recursos para mantener esa cantidad de gente e
industrias productivas. No en vano el agua de esas regiones es de tan
mala calidad y tan cara.
Las
políticas de estado (las cuales nuestro país prácticamente no ha
tenido desde el siglo pasado) deberían apuntar a una drástica
descentralización, promoviendo la migración de la población a
regiones con mayor cantidad de recursos que permita mantener una
población sin grandes costos ambientales y sin destruir la
agricultura (efecto colateral de mantener una gran población). La
imagen de Santiago me recuerda la del Trantor imperial en la trilogía
Fundación de Isaac Asimov: un planeta sobrepoblado sin recursos
propios, que depende de la frágil cadena de recursos que proviene de
lejanos planetas. O lo que le ocurría a la Roma imperial, que
dependía de los barcos de trigo desde Egipto y gigantescos
acueductos que llevaban agua por kilómetros. No se puede mantener
una gran número de población sin recursos propios y las regiones
centrales no cuentan prácticamente con recursos hídricos para
mantener su población y a la vez producir alimentos; no cuenta
tampoco con energía propia, debiendo ser extraída desde lejanas
regiones, con las externaliades propias a esas otras regiones. La
única solución posible es descentralizar el país en forma urgente,
como una gran política de estado.
Y
de paso... odio Santiago, es el peor lugar para vivir.
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