Ad Astra


De pronto un fuerte estruendo y una gran vibración. A pesar del largo entrenamiento no pude evitar asustarme. Colgando de un arnés, encerrada en una pequeña capsula circular, se iniciaba el viaje.

Meses antes:
Caminar por las calles de la gran ciudad nunca es agradable. En invierno hace un frío que penetra la carne como una hoja afilada y la comida escasea; en verano el calor es agobiante, dificultando el respirar. Por suerte es comienzo de otoño, despierto con la salida del sol y el acostumbrado vacío en el estomago. Es hora de recorrer las concurridas calles, escarbar entre la basura de un viejo restaurant. Hueso, solo un hueso y soy feliz, pero nada. Solo Albina encuentra las menudencias de un pato, yo debo contentarme con repollo agrio. Albina comienza a ladrar de pronto, frente a nosotras hay un hombre alto vestido con una rara tela grisasea llena de cosas brillantes que cuelgan. En su mano sostiene un pequeña bolsa y de ella saca unas pequeñas cosas cafés. ¡Comida! Tienen sabor a pollo, una, otra y otra. Levanto un ojo y veo que Albina traga tan rápida como yo, vaya festín. De pronto oscuridad. Me han cubierto la cabeza con una tela, no veo nada. Unas manos fuertes me toman y me levantan para empujarme dentro de algo. Me sacan el saco de la cabeza y cual no es mi sorpresa al estar encerrada dentro de una jaula. Y pensaba que solo eran para pájaros ( y solo algunos de ellos, algo así como los castigados). Junto a mi jaula hay otras, llenas de otros perros incluyendo a Albina.
¡Hola! – dicen a mi lado – Soy Mushka y tu...
Kudryavka, un gusto. ¿Sabes que pasa?
No, igual que a ti, me dieron comida y aquí estoy, no hace mucho tiempo.
Al frente, sentado de espaldas hay un hombre, también en traje gris. A su derecha sube al vehículo el que nos había dado comida. El vehículo parte y empezamos a recorrer la ciudad. Los gritos de mis compañeros de encierro van en crescendo y ya es imposible seguir hablando con Mushka. Después de un rato el vehículo para, y con el mismo truco que usaron con nosotras, capturan otros perros. Cuando se llenan las jaulas partimos. Después de andar un buen rato entramos a un lado de la ciudad que desconocía. Gigantescos edificios grises con partes de metal componen una ciudad dentro de una ciudad. Esta lleno de personas vestidas de gris con esas cosas brillantes y otros con ropas café, sombreros extraños y lo que parecen palos con puntas de metal. En uno de los grandes edificios, varios de estos hombres de ropas café bajan una por una las jaulas y nos llevan dentro. Allí nos recibe un gran grupo de hombres y mujeres vestidos con unas curiosas telas blancas y parecen clasificar a cada uno de nosotros a medida que llegamos. Por suerte Mushka, Albina y yo terminamos cerca. Un rato después me llevan a un salón con otros humanos de blanco que me esperan frente a una gran mesa blanca. Allí, sobre la mesa, me observan, palpan y me hacen abrir la boca.
¡Esto me parece un vejamen! -grito con fuerza- ¡Así no me pueden tratar!
Uno de los hombres de blanco introduce algo frío por atrás y no puedo reprimir un grito. Todos los hombres ríen y me dicen entre risas “ladradora”. No me parece gracioso. Después recibo un baño y me devuelven a la jaula. Así empieza todo.

Días después:
Día a día nuestra jaula-casa es más pequeña, echo mucho de menos la calle. Hoy le ha tocado a Albina subir a esa máquina del infierno, donde parece que se nos arrancara la carne de los huesos. A Mushka la tienen encerrada en una extraña caja transparente, colgando de unas cintas. No parece muy cómoda y tengo miedo que tenga que pasar por lo mismo, aunque no estaría mal después de esa máquina del infierno que llaman “simulador de fuerzas G”. La comida ha sido cambiada, es algo parecido a la grasa fría pero con sabor a otra cosa. “Ladradora, tu turno” gritan. ¿Es mi turno de qué?

Semanas después:
Hoy ha sido un día extraño, como si se hubieran cansado de torturarme con la casa pequeña, la comida gelatinosa y la máquina del infierno. De Albina no supe nada más. Un día se la llevaron diciéndole que iría arriba con las nubes. Tengo miedo que le hayan hecho algo. Parece que Mushka no les fue suficiente y después me toco a mi meterme en esas cintas, para el agrado de ella. Es realmente incomodo, no puedo hacer nada, salvo acostarme, pararme y sentarme. Y comer más de esa gelatina. Pero hoy ha sido diferente. Uno de los hombres de blanco, que siempre está a mi lado cuando me llevan de máquina en máquina me ha tomado y llevado en su vehículo. Paramos frente a una casa y de la puerta salen varios humanos pequeños a recibirme. Están felices de verme. ¿Cambió mi suerte? Juegos, comida caliente y una cama comoda. Y por fin dormir. Amanece, un nuevo día y mi suerte parece cambiar de nuevo. El hombre me ha devuelto a esa ciudad de edificios grises, pero de allí me llevan inmediatamente lejos, muy lejos. Me han introducido en una caja parecida a la transparente, cuelgo de cintas. Está todo oscuro y el tiempo pasa eterno. De pronto suena un gran ruido y la presión aumenta. El calor, el ruido, la carne comprimiendose. ¡No lo soporto más! Un gran grito y de pronto silencio y oscuridad. Luces brillan y juegan en esa oscuridad, son como ojos. Son como un sueño. Siento paz y calor, ya no siento hambre ni sed, ni frío ni soledad. Infinitas amigas. Se ha abierto una puerta al futuro eterno, ¡Ad Astra!

El 3 de Noviembre de 1957, Laika se convierte en el primer ser vivo conocido en llegar al espacio.

-

Imagen de Matias

Comentarios

Siesp... dijo…
Y Laika murió de inanición. Abandonada a su suerte, con gemidos que comprimían los tímpanos de los escasos operadores que soportaron la tortura y por poco tiempo.
Desconectaron el sonido. ¡Cobardes!

Saluts.
Sebastian dijo…
Y hasta hace muy pocos años, los rusos decían que había muerto eutanasiada... y cuando confesaron, tambien confesaron que el sacrificio de Laika fue inutíl, solo respondió a cuestiones políticas, al igual que la muerte de cientos de jovenes en guerras sin sentido.