Strom


En ese vaivén exaltado, consumido en exhalaciones aceleradas, yace un suspiro eterno que alimenta un fuego que ilumina noches de insomnio. Hoy asalta una musa inmortal, cuyos restos descansan esclavos de un nombre. Fue un banquete para hambrientos de control, buscando dominar el caos. ¿Que hacer contra él, que rige el cosmos? Llueve su mana convertido en ideas difíciles de convertir en palabras, y que rápido se olvidan cuando se esconden tras los sentidos. Y pierde sentido todo lo que fluye, palabras mentirosas, que ni dicen lo que suspiro, que no se aceleran al ritmo de la música discorde de mi caos infinito. Aún queda mucho fuego alimentado de mis gritos al cosmos, paradigmas olvidados vuelven en misterios recién creados, frescos y divididos en mitos de un perro e historias de un amor, ambos lejanos. Mi té se convierte en refugio (a falta de vino o pisco) de sudores de invierno, aquellos que fluyen por la sangre y calientan sienes delirantes en la ilusión de una musa, de hiperventilados sueños de placer, de un paraíso pastoral ardiendo en el infierno del deseo. Y así hasta el fin, cuando se acabe el suelo que piso y los sueños terminen escapando de mi cuerpo, seguiré guerreando en el viento con mi ejercito de historias y besos lanzados al viento como cartas de despedida de mi amada. Cielos sobre mi, arboles sostenedores de una cúpula de estrellas, podre morir bajo bala o quemado en opio pero nunca moriré de desidia por el caos o por igualdades grises.

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