Un hombre


Era un hombre extraño. Leía con avidez libros de las más diversas materias. Le gustaba ver películas rebuscadas y antiguas. Soñaba con Marlene Dietrich y fumaba en sus ratos libres. Era algo aburrido, algo bohemio y asiduo al alcohol. Era un mar de datos rosas, interesantes e inútiles. No destacaba en nada, ni siquiera por ser malo para algo. Estaba gran parte del día escuchando música y soñando con viajar a algún país exótico. Amaba a su perro quizás incluso sobre la Dietrich. Un día simplemente desapareció con su perro. Dicen que se fue al sur, dicen que murió, dicen que finalmente cumplió su palabra y se hizo un monje ermitaño. De seguro pocos le echaran de menos más que como una anécdota. Ayer me dijeron haberlo visto taciturno en la plaza cantando un poema en latín. Quizás por lo rebuscadamente sublime podría ser él, quizás solo un imitador. Pero ya se fue, y nunca se sabrá si sus palabras eran su epitafio, desvarios de un loco o simplemente un acto de misericordiosa belleza para esta ciudad sucia.

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Imagen del Roro Ferrari

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